Tenías nombre de capital europea y jugabas al blackjack de los adioses con cualquiera que te dejara ganar. Te gustaban las madrugadas de domingo, si la poesía se escurría entre el vaso y la barra de aquel bar, que nunca era el último, por mucho que tú lo prometieras. La 'j' de Jordania te calaba la sonrisa y la chaqueta y por eso nunca dejabas de estar triste, aunque el quicio de tus labios quisiera volverse escalador y coronar tus mejillas de cuentos. Sacabas a pasear a tus tacones y tus vestidos de encaje, por tener una (buena) excusa para abrir el cajón de las medias. Llenaste el lavabo de lágrimas y de tragos de ginebra, hasta que se te secaron las pestañas y las botellas de alcohol. «Vuelve pronto», me dijiste, «o se inundará la habitación». Aún a veces, sobre todo si es de noche, el insomnio me recuerda que debía haberte enseñado a nadar antes de irme.
No soy escritora. Soy simplemente un ser humano en busca de expresión. Escribo porque no puedo impedírmelo, porque es la vía de escape para todo aquello que resulta difícil sacar a la luz. Porque siento la necesidad de ello & porque esa es la única manera de comunicarme conmigo misma. La única manera.