martes, 25 de junio de 2013

#. A veces me miraba brevemente y sonreía. Yo le observaba de reojo y me daba cuenta de que solo con mirarle se me hacía menos difícil creer que tal vez quedaba algo bueno y decente en este mundo.

Miro esa foto. La primera de muchas otras que vendrán y me harán pedazos y pienso: Dios, qué guapo está. Qué bien le queda esa camiseta, la misma que llevaba cuando dejé pasar mi oportunidad. Joder, ¿por qué está ella a su lado y yo no? Me está matando el pensar en lo tonta que fui, cómo pude pensar que él podía sentir algo por mí, que nunca estoy a la altura de nada. Me está matando el no haber echado a correr cuando te ibas, mandando a la mierda todos mis miedos. Me está matando tener la certeza de que aunque hubiera ido todo esto hubiera pasado igual. Me estás matando tú, y eso es algo que nunca supiste. Porque yo siempre me escondía detrás de una armadura de indirectas y cosas dichas en broma que siempre fueron en serio. Para evitar sufrir, para evitar que me hicieras daño... y mírame ahora.

jueves, 20 de junio de 2013

#. Me hiciste amarte antes de poder negarme.

Te quise desde la primera vez que dijiste mi nombre y fui capaz de creer que yo valía la pena. Supe que tenías que ser tú el que me hiciera llorar todos los martes de silencios y me mataras a cosquillas las tardes de los viernes. Que si había que apostar absolutamente todo lo que me quedaba por alguien, esa persona debías ser tú. Y es que tu mirada era lo más parecido a la magia que había visto nunca. Y es que un día me prometí que me colgaría de tu sonrisa para vivir siempre contigo. A pesar de que todo eso conlleve amoldarme a tus brazosal remolino de tu pelo. Acostumbrarme a que me hicieras feliz con cada detalle, volverme frágil si no me acariciaba tu voz, olvidar cómo conciliar el sueño sin el eco de tu risa en mi cabeza. Pero hoy quiero decirte algo que mis labios jamás lograron articular. Confesarte esto que me desborda las pupilas, reunir el valor necesario para que sepas que yo, yo... volvería a elegirte. Una y mil veces, tantas como las noches en las que me prometí que ya nunca serías el único capaz de salvarme. Contarte, por ejemplo, que no se me ocurre ningún plan más perfecto que ganarte al tres en raya entre tus lunares. Que nadie ha vuelto a repetir mi nombre miles de veces tan solo porque le encantaba saborear todas las sílabas. Que todavía sigo esperando que dibujes en mi brazo un te quiero cada viernes a las cuatro. Y que no voy a dejar de esperarlo (ni de esperarte) nunca, por mucho daño que me haga su nombre en tus labios. Que nunca dejaré de llorar al sentir que mi voz se ha vuelto para ti tan fría, tan extraña, tan ajena y distante como un millón de astillas. Si alguna vez te das de bruces contra esto, como quien se encuentra a un viejo amigo, solo te pido que trates bien a mis letras. Y que me imagines regalándote las ocho palabras que nunca tuve la valentía de decir: 'te quiero; como ayer, como antes, como siempre'.

viernes, 14 de junio de 2013

Gracias.

"En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta. En un reino mágico, donde las cosas no tangibles se vuelven concretas. Había una vez un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente. 
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente, y más rápidamente aún, salió del agua. Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró. Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza. Y así vestida de tristeza, la furia se fue. 
Muy calma y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza."

#. Es mejor sentir dolor que no sentir nada.

Se terminó como se termina un sueño al sonar el despertador. Se cerró como se cierra una puerta con la fuerza del viento. Se murió como se mueren las gotas de agua al llegar al mar. Se ahogó como se ahoga un pez fuera del agua. Se apagó como se apagan las luces de la calle al amanecer. Se abandonó como se abandona el miedo a perderlo todo. Se fundió como se funde una vela después de tanto arder. Se olvidó como se olvida un momento insignificante. Se agotó como se agota el vino de una botella. Se rompió como se rompe un corazón inmaduro. Se separó como se separan dos palillos chinos. Se estropeó como se estropea un dibujo d acuarela bajo la lluvia. Se estancó como se estanca la rueda de un mono-volumen en la orilla embarrada de una laguna. Se quemó como se quema una hoja bajo una lupa a pleno sol. Se secó como se secan los campos en un año sin lluvia. Se consumió como se consume algo que se usa en exceso. Se extinguió como se extinguieron los dinosaurios. Se acabó como se acaba toda historia que nunca empezó.

domingo, 9 de junio de 2013

#. La persona que te merece es la que piensa que no.

Supongo que es normal cambiar nuestra opinión sobre las personas, las cosas, las situaciones. Supongo que es normal dar segundas oportunidades, y terceras. Es más, estoy segura de que esas dos suposiciones son el motor de la vida. Qué sería sino de nosotros a partir del momento en el que cometemos un error, o cómo sería nuestra relación con los demás. Acabaríamos muertos del asco si siempre reaccionáramos igual. 
Sí, es necesario cambiar. Cambiar lo que sentimos, lo que pensamos. Cambiar nuestros deseos, cambiar la forma de comportarnos, de vestirnos. Cambiar el modo de volver a encontrar una sonrisa, cambiar... cambiar... cambiar... es necesario
Por eso, por esto, a partir de este momento he cambiado mi modo de ver las cosas desde un punto de vista mayoritariamente pesimista, he cambiado los colores tristes del invierno por el amarillo chillón de Junio, he cambiado mis miedos existenciales por meras sonrisas. Sí, he cambiado porque sino la vida resulta tremendamente aburrida

miércoles, 5 de junio de 2013

#. Y aún cuando no pienso en él, inconscientemente siento esta presión en el pecho gritándome que me hace falta.


Que no. Que no hay manera. Que no hay un solo día que pase sin que un recuerdo me lleve a ti. Que si no me da por saber la tontería de turno que dirías en tal momento, alguien imita nuestras peleas, esas de cuando nos queríamos tanto. Y luego están esas otras mañanas en las que vuelvo a gritarte, tan solo para no perder la costumbre ni la cabeza. O para palpar como suena de nuevo un: venga, tranquilízate. Y poder tranquilizarme. O como aquel feliz momento (que ahora se encuentra tan lejos) en el que no parabas de decirme, con esa sonrisa que no debería ser legal, que si ya estábamos así otra vez, tomándotelo a broma, como siempre conseguiste que hiciera yo con mis problemas. Y es que es demasiado triste. Pensar que nunca, nunca más vas a llamarme sólo porque te gusta como suena mi nombre, que nunca más vas a tener la necesidad de pincharme para ver cómo me hago la ofendida. Y quizá lo que más me entristece de todo es pensar que esa risa que tantas veces sonó como tono de llamada es únicamente un recuerdo desde aquel día en el que te dejé marchar como si no me fuera la vida en ello. Y lo peor de los recuerdos es que no vuelven. Jamás. Así que supongo que debería haberlo sabido. Así que supongo que no debería estar llorando ahora mismo. Así que supongo que no debería haberte querido tanto. Así que supongo que lo que debería haber hecho esa tarde es guardar los trocitos de este corazón roto y enviarlos a uno de esos lugares que dijiste que no visitarías en la vida, cuando creíamos que el mundo podía ser nuestro. Para que no te molesten a ti al verlos, ni me mate a mí sentir cómo se rebelan, cómo se niegan a aceptar la realidad cuando te oyen sonreír.