martes, 15 de abril de 2014

#. Que me da igual, pero que sea mentira. Que no te hable, pero que no te olvide. Que no. Que nada.

Seguramente cualquier día de estos cogeré un bolígrafo y una hoja en blanco y escribiré con caligrafía clarísima: Ya no te quiero, o incluso: Te he olvidado. Escribiré que ya no me dueles, escribiré que ya no te espero. No sé si servirá de algo, pero te diré que ya no recuerdo el color de tus ojos, el olor de tu cuello, las cosquillas por las noches, o los fuegos artificiales de mi corazón cuando te acercabas. Llenaré la hoja en blanco de felicidades, de vivo tranquila sin pensar en tus manos, de duermo cada día sin pensar en tu pecho, de respiro libremente sin pensar en tu voz. Escribiré que ya no busco tu cara en las calles cada vez que salgo de casa, en la cafetería ni en los libros de poesía; que no impregno de ti todos los pañuelos, que no te lloro sobre la almohada. Escribiré que ya no me faltas. Escribiré todo esto y estaré escribiendo mentiras; porque sólo te habré olvidado cuando coja un bolígrafo y una hoja en blanco y no seas a quien escriba.

martes, 8 de abril de 2014

#. Aunque tú sepas que yo estoy jodida y aunque yo ignore si tú has conseguido ser feliz.

Hace demasiados días que no escribo. Se me están acabando las maneras de decir que te echo de menos, y que te echo de menos es lo único que tengo que decir.
Hace tiempo que escribir y dormir son el mismo verbo, y que no puedo llegar a ninguno de los dos como antes de conocerte. Porque no puedo dormir si no sueño contigo, y no puedo escribir sino escribo que te echo de menos.
No sé si se me nota, pero cada vez menos a menudo encuentro una manera nueva de soñarte o de decirte que te echo de menos.
Y entonces puedo dormir y puedo escribir. Y puedo redimirme con descanso y miedo, de la tragedia de haberte conocido.
El dolor va por dentro menos cuando llueve, y algunas veces me parece que cuando llueve es cuando me hacéis más falta descanso, miedo y tú. Y que por eso sale la procesión y me mojo las mejillas, quizá porque estoy acostumbrada a que llegues con la lluvia.
Al final tengo que reconocer, que aunque te escribo a ti sólo escribo para mí. Y se me ocurre que quizá echarte de menos no sea más que echar de menos quién era yo antes de conocerte.