jueves, 24 de octubre de 2013

#. Pues me pasa que me pesa, que me pisa, que no paso, no, no paso.

Ya sé que no puedo pedirte que estés esperando en mi portal cada vez que salgo a la calle, ni que aparezcas para ahuyentar la tristeza cada vez que acecha. Sé que no puedo pedirte que sientas lo mismo que yo, que sueñes, aún antes de dormir, que tu almohada es mi pecho, y que en lugar de contar ovejas, cuentas mis latidos, ni que vibres cada vez que mi mano pasea por tu espalda, ni que encuentres mi nombre en todas las canciones, o mis manos en todos los vacíos. Sé que no puedo pedirte que te mueras de miedo a perderme o de ganas de verme, ni que te eches de menos conmigo o me eches de menos a mí. Ni que me quieras, siquiera. Pero tú, por favor, no me pidas que no llore.

viernes, 18 de octubre de 2013

#. Las mejores cosas pasan. Y el recuerdo pesa.

No he escrito nada desde que me dijo que no me quiere. Es mentira, no me lo dijo; pero me di por enterada. El caso es que no he escrito nada. Me he reído desde entonces alguna que otra vez, pero sólo con la boca, sin usar los ojos ni el corazón, así que no sé si cuenta. He estado con personas, pero no eran él, así que tampoco sé si cuenta. Algunas veces caminando por la calle me ha envuelto el olor de su colonia... pero nada. Desde entonces no he querido morirme, de verdad; sólo de tumbarme muy quieta debajo de una manta con la mejilla contra la almohada y abrir los ojos lo mínimo posible. Y de escuchar Tú me acostumbraste de Chavela Vargas en bucle. Y de llorar lo que haga falta. Hace un año y unos meses murieron Lorenza y Antonio y no sé si he estado llorando por ellos o por ti. Ayer vi una película francesa muy triste y no sé si lloraba por la película o por ti. Sin embargo, cuando lloro por ti, sé que lloro sólo por ti.
He estado algunos días con agujetas en la boca del estómago, y creo de verdad que son de llorar. Lloro de miedo a que no me vuelvas a llamar, o a que llames para decirme que es la última vez que me llamas. De miedo a que te despiertes una mañana temprano, o una noche de un sobresalto, o una tarde después de una siesta muy larga, habiendo decidido en sueños que se acabó todo esto. De miedo a que lo decidas en la vigilia. De miedo a echarte de menos ininterrumpidamente, a no verte nunca más, o a no dejar de echarte de menos ni cuando te tengo al lado porque, aún estando, no estés. De miedo incluso a que te mueras. De todos los miedos que lleva intrínseco querer.

jueves, 10 de octubre de 2013

#. Confesiones de una soñadora.

Tengo un sueño que se repite…
Estas tú, en frente de la iglesia del pueblo donde vivo. Miras dentro a través de la puerta y tu mirada es triste y está anegada de lágrimas. Pero estás tan guapo…
No puedo evitar acercarme a ti y al verte tan frágil, tan contrario a lo que aparentas ser siempre, sólo se me ocurre abrazarte y decirte que todo va a salir bien.
Y entonces la veo, sale por la puerta con un vestido de novia largo y elegante. Es ella. Está tan guapa… aunque, claro, indudablemente tú piensas lo mismo. Lo puedo ver en tu mirada. La miras exactamente como yo te miro a ti, reconozco ese sentimiento perfectamente.
La amas.
Al salir de la mano de un hombre que no eres tú no aguantas más y estallas en sollozos. Ella te mira fingiendo indiferencia pero con un ápice de culpabilidad en sus ojos. Te aguanta la mirada un instante y después continúa su camino de la mano de su marido y jamás vuelve a mirar atrás…
Yo decido acompañarte a casa. En tu estado eras capaz de cualquier cosa. Te conozco muy bien, aunque tú no lo sepas.
De camino yo no paraba de observarte a cada instante, tú únicamente mirabas al suelo pensativo. La misma idea de antes pasó por mi cabeza: quisiera abrazarte, protegerte, curarte y salvarte de todo lo que te hace daño.
Finalmente eres tú el que termina acompañándome a casa. Antes de marcharme me das un fuerte abrazo y me besas… noto como haces un esfuerzo sobrehumano por sentir por mí la mitad tan siquiera de lo que sabes que siento por ti. Te apartas y me miras.
-Sólo estoy aquí porque sé que detrás de cada caída tú siempre me esperas-dijiste.
-Lo sé-contesté-, pero no me importa, porque estás aquí y yo estaré siempre. Cada vez que te rompan el corazón, cada vez que necesites desahogarte con alguien, cuando estés lleno de rabia o muerto de celos. Yo voy a estar aquí aunque me duela… porque más me dolería aún dejar de existir para ti. Al menos una ínfima parte de lo que me toca ahora. Te quiero. Sé que tú a mí  no. Sé que me utilizas. Sé que mientes muchas veces y que tú intención no es hacerme daño, aunque no te importo demasiado. Sé todo eso y más cosas, pero, dime, si no es por ti… por protegerte y ayudarte siempre, por estar pendiente de ti e intentar entenderte… ¿para qué vivo?
Me despierto entre sollozos. Siempre conseguiste hacerme la persona más feliz y desdichada al mismo tiempo…


29/8/2013