viernes, 22 de noviembre de 2013

#. Dime por qué luché si al final lo perdí todo.

Ya no quiere que le quiera.
Ya no quiere que le llueva para luego iluminarle con mi sonrisa cuando amanezca.
Ya no quiere que le duela para luego hacerle risas cuando menos se lo espera.
Ya no quiere que le quiera.
Ya no quiere que le empape cada noche, como si se tratara de colores de acuarela.
Ya no quiere ser mi vela, ni que mi cintura sea el mechero que le encienda.
Ya no quiere que le quiera.
Ya no quiere perderse para que más tarde sea yo la afortunada que lo encuentra.
Ya no quiere que le convierta en la estrella de mi película, ni en el protagonista de mi novela.
Ya no quiere que le quiera, pero aún no me ha explicado cómo cojones puedo dejar de quererle.

lunes, 18 de noviembre de 2013

#. Para dejar huella hay que seguir andando.

Claro que yo también quise ser princesa, y el centro de su universo, y un poema. Y que llegara tarde a algún sitio alguna vez por mi culpa. Que una mezcla de sus genes y los míos jugara a las muñecas en el salón. Que los domingos se parecieran a cualquier cosa menos a domingos. Que los eneros no tuviera que recurrir a la estufa para calentarme los pies. Yo quería un jardín y rosales, y un mar con sus olas. Y una talla más de pecho, o quizás dos, un cuerpo más erótico y una voz más femenina. Quería un montón de fotos con la sonrisa desnuda, un viaje a Grecia, un trabajo decente. Quería aquello, y eso, y lo otro, y un poco de aquí, y un poco de allá. Y a él. Sobretodo yo lo quería a él. Que mis llantos no se los tragara el desagüe, ni mi corazón se quedara sin cobertura. Y que los espejos y los hombres me dijeran la verdad sobre mi cuerpo. Quería tartas en todos mis cumpleaños, y una posdata que dijera 'te echo tanto de menos'. Y 'cariño' y 'amor' y 'pequeña', y un '¿cómo estás de tus jaquecas?', y un 'te sienta bien ese vestido'. Quería desnudarme en sus pupilas, comer helado en su espalda. Un silencio que rompiera su palabra, un hombro que durmiera mis bostezos. Que me sentara mejor aquella falda, y esa blusa, y su piel. Sobretodo su piel. Y es que aunque ahora no te lo creas, yo solamente quise ser feliz.

viernes, 15 de noviembre de 2013

#. Finjamos que lo más importante es reparar el mundo mientras seguimos hechos pedazos.

Hace poco recordé unos dibujos muy fríos y muy muertos de una página de un libro de texto de primaria. La asignatura era el antecedente de Historia, Geografía, Física y Química, antes aún que las Ciencias Sociales y las Ciencias Naturales: Conocimiento del medio (el libro de las tapas verdes). El título del tema en el que aparecían esos dibujos era "La reproducción humana". Pues bien: allí estaban las cuatro ilustraciones, dos de cada sexo, de frente y de perfil. Recuerdo de la explicación del maestro unas palabras concretas: 'Son como dos piezas que encajan, como un puzle'. Se entendía bien lo que quería decir por aquellos dibujos, pero la verdad es que yo pensaba en mí misma y no me acababa de cuadrar el tema.
Ahora, con los años, lo voy viendo algo más claro. Y, aunque sé que el maestro hablaba de un puzle que se forma un poco más abajo de la cintura, me he dado cuenta de que esas no son más que las dos últimas piezas. Dos bocas son también dos piezas de un puzle que encajan. Dos pechos reposados el uno sobre el otro son dos piezas de un puzle. Y los ombligos pegados. Y los vientres y las caderas. Y las extremadamente necesarias extremidades. Los dedos de la mano de uno enredados en el pelo del otro. La rodilla izquierda de ella entre las rodillas de él; la rodilla izquierda de él entre las rodillas de ella. Hablando cada uno a media voz tienen en sus gargantas dos piezas que al juntarse forman una voz entera. Unos labios son una pieza que besando encajan con un cuello. Y la palma de la mano es la mitad de un puzle que se completa al deslizarla por una espalda.
Así que era verdad: dos cuerpos son una infinidad de piezas que forman mil puzles al encajarse

domingo, 10 de noviembre de 2013

#. Porque si ya no estás, ya no soy.

Querida, hoy te he encontrado asomada al espejo del cuarto de baño, preguntándote cómo puede caber tanto mar en tan poca bañera, intentando recoger las flores rosas de los azulejos, peinándote la melena. Y no he podido menos que desear que si has de darte a la misantropía no sea por odio a las personas, sino por no considerar personas a la mayor parte de la gente. Que adores la soledad, pero que nunca te falte con quién compartirla. Que huyas tantas veces como te dé la gana, siempre y cuando no olvides los motivos que tienen para volver. Que tomes el Sol cuando quieras y te bañes en la Luna más todavía, y que dejes la ropa tirada en la orilla mientras tanto. Que sigas llevando vestidos de flores, incluso cuando se haya acabado la primavera. Que no le des tiempo al tiempo, porque es como colocar un espejo delante de una persona muy fea. Que nunca sientas uno de esos amores que son como grapas: que unen a las personas, pero las perforan sin remedio. Que acaricies y escribas cualquier parte de cualquier persona hasta que te duela la mano, pero nunca hasta que te duela el corazón. Que quieras de todas las formas que te sean posibles. Que leas, que digas muchas verdades, que escribas, que sientas -huelas, mires, degustes, escuches, palpes-. Que duermas sin dejar nunca de estar despierta. Que sueñes, que inventes, que vivas. Que seas inmortal durante setenta u ochenta años. Y que tardes el mismo tiempo en hartarte de vivir. Que enloquezcas cuantas veces desees, 
pero 
nunca 
desfallezcas.

#. El tiempo pasa, pesa y pisa.

Me canso de escribir tu nombre en la esquina de cada página de cada libreta que lleno de versos. 
De que tú no seas poesía.
Me canso de no mirarte dormir con los ojos cerrados, pensando que soy yo quien sueña con los ojos abiertos.
Me canso de la incertidumbre.
De no saber a qué hora me dirás que me vaya.
Ni qué harías si te pidiera que te quedases.
Me canso de tener que tragarme cada sentimiento en cada abrazo.
De medir mil veces cada verso, antes de poder recitártelo.
Me canso del miedo a dar un paso en falso y que caigamos al vacío.
O, aún peor, darlo y caer al vacío sin ti.
Me canso de no descansar sobre tu pecho, tus labios, tu hombro, tus manos... todos mis cansancios.