miércoles, 28 de agosto de 2013

#. Fue bonito mientras dolió.

Me odio. Me odio cuando no puedo parar de sonreír, o cuando me hablan y simplemente no escucho porque estoy completamente inmersa en mis pensamientos. Me odio cuando echo de menos ese olor que a partir de aquel día me recordará siempre a ti, o cuando paso el día en una nube ideando cosas que probablemente nunca llegarán a hacerse realidad. Me odio cuando cierro los ojos y me veo ahí contigo sentada, jugando a decirnos entre sonrisas y miradas bajas aquello que en estos momentos deseo oír. Me odio cuando echo en falta esas conversaciones eternas en las que hablábamos de todo y de nada. Me odio cuando me doy cuenta de que estoy perdiendo el control, de que otra vez me vuelvo a ilusionar con una mísera sonrisa. Me odio cuando al cerrar los ojos tardo un mísero segundo en recordarte y te echo de menos. Me odio aún más cuando me doy cuenta de que no me hace falta cerrarlos para echarte en falta. Me odio por pasarme veintitrés horas y cincuenta y cinco minutos pensando en ti, porque los cinco restantes los dedico a dormir. Me odio porque en esos cinco minutos sueño contigo. Pero si te soy sincera, l motivo real por el que me odio es por no escarmentar. Por no darme cuenta de que esta vez será como las anteriores, que entre sonrisas y suspiros me perderé, y que tardaré más de medio año en volver a sonreír.