miércoles, 3 de julio de 2013

#. Ni tú te cansas de utilizarme ni yo me canso de darte oportunidades.

Yo te perdí. Tú me perdiste. Nosotros nos perdimos. Y ya no hay vuelta atrás. Ya no tendremos más batallas campales, ya no existirá esa chispa entre nuestras peleas, cuando ambos sabíamos que solo seguíamos discutiendo por el placer de retarnos. Ya no habrá más manos tuyas en mi pelo, no volveré a levantarte el ánimo y la cara cuando todo vaya mal. Ya no me contarás esas historias que no le interesaban a nadie más que a mí, no tendrás esa necesidad de hablarme cada veinte minutos únicamente porque te aburrías. Nunca, nunca, nunca más (y te prometo que me mata) volveré a provocar una de esas sonrisas de los viernes por la noche, no seré la primera a la que le cuentes las cosas. Me sustituirás, aunque tal vez ya lo hayas hecho. No veré más tu letra escrita por mi piel ni por mis hojas, ya no sonreiré al sentir tu olor. No volveré a acariciarte el pelo durante horas como soñaba, no archivaré más recuerdos en este corazón destemplado. Supongo que con el tiempo olvidaré la posición estratégica de tus lunares, perderé la costumbre de caminar según la cadencia de tus pasos. Dejaré de recordar todas y cada una de tus frases, los diferentes tonos de tu voz, tus puñeteros gestos y todas tus manías, y hasta la posición de tus manos. Y lo más importante: no volverás a fallarme, porque yo ya no estaré allí para verlo. No me harás sentir bajo tierra esos días que se te antoje ignorarme, ya no volveré a notar que, en realidad, lo que me preocupe a mí te trae sin cuidado. No caeré de nuevo en tu juego, no me utilizarás otra vez. No volveré a defenderte cuando la última persona haya dejado de creer en ti. No volverás a mentirme, no volverás a subestimarme, no harás que me sienta menos que ellas. No volveré a despeñarme en la montaña rusa de mi humor de perros, solo porque tú me hables de ella. No volverá a romperme el corazón ver la sonrisa en tus ojos si la nombras. Y es que tengo que aprender a ser... sin ti.