viernes, 30 de marzo de 2012

#. Maldita manía que tengo de imaginarte cuando me dices lo que estás haciendo.

Que no. Que no hay manera. Que no hay un solo día que pase sin que un recuerdo me lleve a ti. Que si no me da por saber la tontería de turno que dirías en tal momento, alguien imita nuestras peleas, esas de cuando nos queríamos tanto. & luego están esas otras mañanas en las que vuelvo a gritarte, tan solo para no perder la costumbre ni la cabeza. O para palpar como suena de nuevo un: venga, tranquilízate. & poder tranquilizarme. O como aquel feliz momento (que ahora se encuentra tan lejos) en el que no parabas de decirme, con esa sonrisa que no debería ser legal, que si ya estábamos así otra vez, tomándotelo a broma, como siempre conseguiste que hiciera yo con mis problemas. & es que es demasiado triste. Pensar que nunca, nunca más vas a llamarme solo porque te gusta como suena mi nombre, que nunca más vas a tener la necesidad de pincharme para ver cómo me hago la ofendida. & quizá lo que más me entristece de todo es pensar que esa risa que tantas veces sonó como tono de llamada es únicamente un recuerdo desde aquel día en el que te dejé marchar como si no me fuera la vida en ello. & lo peor de los recuerdos es que no vuelven. Jamás. Así que supongo que debería haberlo sabido. Así que supongo que no debería estar llorando ahora mismo. Así que supongo que no debería haberte querido tanto. Así que supongo que lo que debería haber hecho esa tarde es guardar los trocitos de este corazón roto & enviarlos a uno de esos lugares que dijiste que no visitarías en la vida, cuando creíamos que el mundo podía ser nuestro. Para que no te molesten a ti al verlos, ni me mate a mí sentir cómo se rebelan, cómo se niegan a aceptar la realidad cuando te oyen sonreír.