jueves, 5 de enero de 2012

#. Me duele tu nombre.

Me estás malacostumbrando. Has conseguido que dejarse llevar por la alegría sea lo más fácil del mundo, lo que siempre evité para que la caída fuera menor cuando todo dejara de ir bien. No es solo que haya encorsetado mi felicidad a tu presencia, es que ahora también mi tranquilidad, mi seguridad, mi confianza en mí misma dependen del número de veces que me hayas sonreído hoy, de la cantidad de palabras que me hayas dicho. Me estás malacostumbrando a eso de sonreír a todas horas como una tonta, & me doy cuenta de que no querría dejar de hacerlo nunca. Que soy la que te entiende, la que te conoce casi a la perfección, la que ha aceptado tus pequeños defectos por considerar tus virtudes lo más especial que he visto reunido en una sola persona. Que ahora ya entiendo a la gente que se casa con dieciocho, diecinueve años, con que sientan que se quieren una cuarta parte de lo que yo te quiero a ti, les basta & les sobra. Que nunca querría separarme de ti, que desearía que pasáramos el día juntos, que me gustaría que las peores palabras que tuviera que escuchar fueran un "vuelvo en cinco minutos, cariño". Que a veces siento que te quiero tanto, que pienso que jamás nadie ha querido a alguien como yo a ti. Que esa pregunta de "¿alguna vez has amado tanto a alguien como para creer que no existes?", a mí me queda pequeña, que cuando estoy a tu lado soy como un satélite; que todas mis terminaciones nerviosas están más pendientes de tus latidos que de preocuparse de si sigo respirando. Que por mucho que lo oculte, por mucho que lo niegue... eres la más perfecta mala costumbre.